Primera Parte
Resumen
El presente trabajo aborda el análisis de los vínculos políticos y económicos establecidos por seis gabinetes presidenciales con diferentes industrias, bancos y holdings para conocer la evolución de la subred denominada como los financieros. Se plantea que a partir del gabinete de Vicente Fox aumenta la importancia del capital económico y financiero para el reclutamiento de secretarios de Estado como consecuencia de la entrada de empresarios en altos cargos públicos. A partir de un análisis del capital político de los financieros de los gabinetes económicos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto se estudian los cambios en las estructuras de las interrelaciones políticas en los últimos 18 años.
1. Las redes de capital político
El poder es una forma de gestionar la superación de los conflictos para preservar la vida en comunidad a través del tiempo. De él se desprenden las maneras de organizar los recursos de una colectividad -denominados como capital social- a través de los vínculos que establecen las personas que se consideran semejantes por el hecho de pertenecer a una red (Coleman,1988). La gestión del capital social se establece en torno a la distribución equitativa de responsabilidades, dependiendo de las capacidades En contraste, la dominación es otro modo de organización del capital social basados en el control de las demandas sociales con el objetivo de movilizar los recursos comunitarios en función de los intereses de un grupo reducido reinante denominado oligarquía. Para ello resulta necesario el establecimiento de redes jerárquicas dirigidas por las oligarquías para establecer cadenas de mandos que subordinan los intereses colectivos a los intereses de la clase dominante mediante formas de violencia selectiva (Thernborn, 1979) . Por su parte, Mann (1986) niega la existencia de una sociedad entendida como la unidad de todas las relaciones, y en su lugar propone la existencia de diferentes sociedades cuya estructura e historia pueden ser mejor entendidas en términos de interrelación traslapadas de aquello que denomina cuatro fuentes del poder social: relaciones ideológicas, económicas, militares y políticas (Mann, 1986: 2). Asimismo, las instituciones que de ellas emanan atienden necesidades de acuerdo a los medios de organización con los que cuentan y como resultado de la correlación de fuerzas en torno al Estado. En este sentido, el Estado es una forma de relación social que se circunscribe dentro de las interrelaciones entre diferentes redes o sociedades traslapadas e históricas, pasadas y presentes, de otras sociedades o redes. De ahí, que el Estado realice una selectividad estructural estratégica sobre las demandas que atiende a través de sus instituciones y formas de organización (Jessop, 2002)
En consecuencia, el poder y la dominación son dos formas de representar la organización política de las comunidades cuya diferencia radica en el modo de centralizar la gestión del capital social. Ambas formas de organización se encuentran en lucha constante en la arena política con el fin de garantizar la reproducción de sus estructuras en diferentes ámbitos y escalas sociales, que repercuten en micro escalas comunitarias como en la manera de relacionarse entre los sujetos. Tal capacidad se explica por la manera de conformar camarillas, ya sea a partir de estructuras deterministas o aleatorias (Laseaga y Salej, 2014).
Las estructuras o redes deterministas son aquellas relaciones que establecen las personas a través de su pertenencia en diferentes instituciones de socialización como describen Bourdieu y Boltanski (2008), tales como las escuelas, iglesias, talleres de oficios, equipos deportivos entre otros, donde las personas que comparten atributos históricos similares y que permiten establecer vínculos con fuerza interna alta o capital social tipo bonding (Putnam, 2000). Dichas instituciones permiten la conformación de grupos de amistad cuyos vínculos de confianza son fuertes conocidas como camarillas o cliques, es decir un grupo de actores interconectados entre sí que pueden emerger en el establecimiento de equipos para diversos fines entre ellos políticos y empresariales. Por otra parte, las redes aleatorias son aquellas relaciones que establecen los sujetos en contextos fuera de las instituciones socializantes y que permiten la conexión con otras comunidades que incrementan y diversifican las redes al crear vínculos puente o capital social tipo bridging (Putnam, 2000).
En tanto, las comunidades humanas establecen redes deterministas como aleatorias, así como caminos que permiten la movilización del capital social tanto hacia adentro como afuera de la comunidad. Tal combinatoria llevada a un nivel global, permite que cualquier persona en el mundo pueda estar conectada cualquiera de los siete mil millones de personas a través de un número bajo de vínculos que Watts (2006) denominó como Redes de Mundos Pequeños.
Asimismo, las comunidades compuestas por millares de actores conforman centros de influencia o conectores que a su vez conectan con otros centros de menor influencia conocidos como hubs. La formación de estos hubs por parte de las estructuras sociales se deben a ciertas preferencias de los actores basadas en el número de vínculos y en el tiempo del hub. De tal manera que los hubs con mayor tiempo y cantidad de enlaces serán aquellos que cuenten con mayor preferencia para conectarse (preferential attachment) tanto a nivel individual como por parte de otros centros. Lo interesante aquí es la existencia de pocos hubs que concentran gran cantidad de vínculos y a su vez la existencia de múltiples hubs que concentran pocos enlaces. A este tipo de estructura se le conoce como redes libres de escala (Free scale networks), es decir, aquellas que forman centros de conexión auto-similares que repiten su estructura en menores escalas (Barabási, 2002: 56). Ejemplos de ellos son los buscadores de Internet al rededor del mundo, los grupos musicales, entre otras.
En suma, el ejercicio del poder se realiza a través de redes comunitarias o sociales el cual incrementa según el grado de centralidad del personaje en dicha red. La distribución del poder es desigual por el grado de centralización de los vínculos que permiten acceder a recursos socialmente estratégicos, del tal manera que pocos tienen acceso a la distribución de recursos y la mayoría depende de las decisiones de esos pocos, como ocurre con las redes libres de escala. Sin embargo la conformación de camarillas confiables para el manejo de dichos recursos requiere de grupos con lazos internamente fuertes que permita la generación de confianza y complicidad necesaria para administrar labores políticas como las redes de mundo pequeño. En este sentido, las redes de mundo pequeño permiten cimentar un grado de cohesión de grupos, basados en la confianza y promovidos por diferentes instituciones socializantes como las escuelas y los partidos políticos. Por su parte, en un sistema competitivo como el político, la distribución del poder revela varios centros de poder con diferentes grados de autoridad y que dependen de cierta manera de los hubs.
2. El origen de los financieros
Es menester aclarar la importancia de la teoría de redes para comprender las estructuras de poder y dominación en México. No es coincidencia que desde la dictadura de Porfirio Díaz se llegara a denominar al modo de producción nacional como un “capitalismo de compadres”, al ser cada vez más evidente la relación de los generales porfirianos con las hijas de los hacendados, como fue descrito por Martín Luis Guzmán (1919). De aquellos matrimonios surgieron los futuros empresarios y burócratas del periodo pos-revolucionario, como los Elías Calles, Ruiz Cortinez, Ávila Camacho y particularmente los Alemán (Smith, 1981).
Jorge Gil y Samuel Schmidt se dieron a la tarea de analizar los vínculos políticos de los presidentes de México desde Francisco I. Madero hasta Ernesto Zedillo es decir, al rededor de 90 años de vínculos políticos. Sus descubrimientos mostraron la creación de diferentes grupos o clusters que a su vez estaban conformados por pequeñas camarillas dentro de las cuales se fraguaban mecanismos políticos como el reclutamiento, selección y formación de grupos de poder en todos los niveles de la administración pública. Gil y Schmidt (2005: 64-65) afirman que "la red de poder mexicana es una superposición de redes en la que un actor puede participar de forma simultánea en varias redes", y a su vez esta red "es muy centralizada y por tanto hace posible inferir que posee una gran cohesión".
Destacan de este periodo, la red de poder generada durante los gobiernos posrevolucionarios sufrió una "bifurcación" como consecuencia de un rompimento ideológico y político en torno a dos figuras políticas: Lázaro Cárdenas del Río y Miguel Alemán Valdéz. La subred cardenista, enominada por Gil y Schmidt (1996)como los políticos defendían un proyecto político a largo plazo basado en una visión nacional-revolucionaria que recogía la necesidad de derechos sociales basadas en la organización independiente de las masas. La segunda subred se origina en torno al gobierno de Miguel Alemán Valdés (1946-1952) cuyo proyecto fue la promoción de la iniciativa privada en el desarrollo nacional era compartido por un sector de la burocracia conocidos por su expertis técnica en la conducción del Estado y que por su inclinación hacia el sector industrial y bursátil se les denomina como financieros.
Concluyen que desde 1920 ambas subredes han dominado cohesionadas -a través del desarrollo de una ideología común- las funciones del Estado más importantes como la administración, defensa y regulación del dinero. Al interior de estas subredes se encontraban las camarillas políticas, creadas en torno a un líder cuya importancia le daba el nombre a dicha camarilla. Gil y Schmidt señalan que gracias a la práctica sistémica de la no reelección las camarillas se renovaban para competir por puestos en los gobiernos, de tal manera que permitía la renovación del liderazgo de la camarilla. Así, tanto la ideología común que abarcaba a toda la red compuesta a su vez de una variedad de camarillas, como la renovación al interior de tales camarillas permitieron niveles de estabilidad aceptables para el sistema político (Gil y Schmidt, 2005: 41-46).
Tanto políticos como financieros compitieron durante sesenta años al interior de los sucesivos gabinetes presidenciales tanto para impulsar su proyecto de Estado en una especie de guerra posicionamiento en diversas instituciones relevantes como las secretarías de Hacienda, Programación y Presupuesto, Gobernación y Banco de México dentro de una guerra de posiciones. Durante un periodo de más de sesenta años, las sucesiones presidenciales implicaban ajustes en la correlación de fuerzas entre ambas subredes las cuales permitieron una estabilidad relativa para la centralización del poder por parte del presidente. Sin embargo, la lucha se intensificó a partir del gobierno de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) con la implementación de políticas demagógicas que derivaron en el rompimiento de la red de burgueses que conformaban el modelo corporativo del Estado mexicano.
En suma, tanto el control oligárquico de los recursos públicos y el modelo corporativo del Estado podrían explicar una parte de la gobernabilidad del caso mexicano, no obstante, dicha explicación quedaría incompleta si no se consideran las estructuras de los vínculos entre la burocracia mexicana con otros sectores políticos y económicos (Schmidt y Gil, 1995). Para ello es necesario el uso de la metodología de redes o grafos, ya que permiten comprender las diferentes formas de centralidad, agrupamiento y densidad de los enlaces sociales, además de servir como una herramienta de visualización de la topología de las redes.
2.1 Los financieros y la burguesía mexicana.
Desde el siglo XIX, se encuentran registros sobre las alianzas entre las familias de comerciantes "notables" con sectores de la política y la milicia a fin de expandir los intereses de las redes empresariales (Balmori et al, 1990: 141) . Hacia el siglo XX, el Estado mexicano emprendió diferentes políticas para desarrollar un sector industrial y una burguesía urbana desde la década de los cuarenta, los grandes empresarios formaron parte del bloque corporativo que junto con el ejército, las organizaciones populares, sindicatos y organizaciones campesinas cooptadas formaron parte de la estructura de poder del sistema político. Las organizaciones empresariales como el Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (CANACINTRA), la Comisión Patronal de la República (ABM), el Consejo Mexicano de Negocios otrora Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (CMHN) formaron parte del bloque de corporaciones que brindaron la gobernabilidad necesaria para el desarrollo de un capitalismo de Estado que forjó las bases del modelo desarrollista mexicano (Leal, 1976). Así, la creación de una burguesía industrial y financiera como resultado de una política de Estado requirió no sólo establecer los apoyos económicos y crediticios útiles para tal menester, sino que se entrelazaron las viejas familias empresariales con la alta burocracia (Camp, 2006, Aguilar, 1983; Basave, 1996, Millán, 1988).
La burguesía mexicana comenzó su lucha por el poder político a partir de su rompimiento con el gobierno de Luis Echeverría como respuesta a su retórica populista que consideraban riesgosa para sus intereses. En 1975 decenas de grupos empresariales y bursátiles conforman el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), una organización de clase que permitió concentrar el peso político de la burguesía en el Estado. La dirección política la tomó el Grupo Monterrey y para las elecciones presidenciales de 1988 tuvieron su primer acercamiento para dirigir al Estado con la candidatura de su dirigente Manuel Clouthier quien quedó en un tercer lugar. Este acontecimiento sirvió para que el presidente Carlos Salinas de Gortari considerara sumar fuerzas con la burguesía a partir de su incorporación al diseño de políticas públicas, no sólo como consultores sino como operadores políticos. Ejemplo de lo anterior fueron los procesos de privatización de empresas públicas como Teléfonos de México (Telmex) (Trejo, 2012:193) y las negociaciones del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) (Concheiro, 1996: 130-37).
Pero su mayor logro político fue sin duda el ascenso de Vicente Fox como presidente de México. Un empresario y gerente regional de la multinacional Coca-Cola convertido en diputado y gobernador, integró a su gabinete a empresarios y directivos de transnacionales mexicanas tanto del Grupo Carso, Televisa, Grupo Bal, Grupo México, entre otros. Se integraron a la dirección del aparato de Estado, ya no como invitados especiales sino como anfitriones. A partir de entonces, las formas de organización empresarial controlaron la reproducción de los vínculos políticos de los altos funcionarios públicos que tendrían un impacto hasta el gobierno del priísta Enrique Peña Nieto, como se describirá a continuación.
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